En este tiempo de mi ausencia, mientras yo arrastraba mi desgana por otros sitios o la envolvía en mantas y vacíos, el mundo giró deprisa y muchas cosas se precipitaron. No sabe una a cual de todos los hilos pendientes agarrarse para seguir la bobina. Hemos tenido terremotos, varios juicios de alto interés social, la reelección de Varela y la educación sexual del arzobispado de Valencia, incremento de los índices de desempleo (este no, que me deprimo), medidas idiotas y confusas para el ahorro energético, caravanas de palomos cojos rumbo Cáceres…
Ummm… creo que tiraré por lirios. A ver qué sale.
Miro asustada esa pequeña ventana que abre mi salón al mundo y sigo acontecimientos lejanos que, pese a la distancia, alcanzan nuestro día a día. Creo que a todos nos inundó cierta expectación ilusionada al ver cómo Tunez levantaba las manos y decía basta y nos emocionamos como niños al ver que la revolución de los Jazmines provocaba al fin el 14 de enero la caida del dictador. Nos encanta eso de los dictadores derrocados por el pueblo, y si encima la cosa tiene nombre de flor, símbolo nacional de la tolerancia… ¿qué más se puede pedir? No deja de evocarnos la revolución de los claveles de Portugal (suponiendo que no seas alumno de la ESO, o que al menos hayas visto el capítulo de Cuentame en el que Toni Alcantara cubría el evento en Lisboa).
Luego el cosquilleo fue in crescendo según el incendio de la libertad alcanzaba otros países. Primero Egipto, otro éxito revolucionario. Jordania, Bahréin, Libia, Yemen, Marruecos, Argelia, Yibuti, Iran, Irak, Oman… Hasta China llegaron los ecos de este grito civil, sin propietario político ni religioso en principio; simple grito de gente con hambre y ansias de libertad de expresión y participación democracia, hartos de corrupción y penurias…
Aquí hacen un mapa y listado de países contagiados por la revolución de los jazmines con pequeños detalles sobre los levantamientos, para poder tener una idea general.
Nos emociona, claro. Aunque Baharéin y Yibuti no nos suenen de nada, reconozcámoslo. Y más nos emociona tratándose de paises árabes en su mayoría, musulmanes, que sabemos de siempre que están bajo la babucha de sus gobernantes y necesitan imperiosamente una democracia a la europea y una inmersión inmediata en el saludable relativismo religioso tipico de nuestras tierras, ¡soñamos con gobiernos laicos en chilaba!. Eso es lo malo… Lo vemos casi como una peli americana, sentados en nuestro sillón con un bol de palomitas mientras país tras país se enciende, sin temor a que nos alcancen las llamas y convencidos de que al final nos hermanará la democracia.
Pero nadie nos garantiza que su concepto de libertad coincida con el nuestro, ni que no acaben tiñendo el continente de gobiernos que sigan la Sharia a rajatabla, ni que en sus urnas no se abra paso el extremismo islámico (al fin y al cabo, también en varias urnas occidentales se han hecho ya un lugar partidos de extrema derecha).
Hay que reconocer que siempre queda muy mono eso de fotografiar una niña sobre un tanque, y los militares con flores, o de la mano del pueblo… Pero en muchos sitios la represión ha sido dura, y Libia está inmersa en un baño de sangre que ahora sí, nos preocupa; a los países porque pone en riesgo nuestra economia y subsistencia energética y a las familias porque llenar el depósito nos cuesta lo que no tenemos y ya están amenazando con subirnos oooootra vez la tarifa de la luz (cuánta razón tenías, Faraday).
Total… que sí, tengo esperanzas en esa revolución, esa que dicen que es la primera revolución del siglo XXI con influencia significativa, porque siempre que la gente se harta y pide justicia hay que tener, al menos, esperanza de que la consiga. Pero no dejo de temer que la información que en general tenemos es anecdótica y superficial, pintadita a la occidental, para complacernos como tele-espectadores acostumbrados a consumir productos rápidos, sencillos, emocionantes y que no nos muevan demasiado de nuestro etnocentrismo.
Y me reconcome un poco el cinismo de nuestro pedacito de mundo, ahora tan preocupado por el loco de Sadam… como si durante todas estas décadas atrás nuestro amigo Gadafi (coleguilla que nos vendía el barril de petróleo a precios razonables) no hubiera sido el mismo dictador que intentan ahora sacudirse de encima los libios. Y muy serias, las potencias occidentales advertimos que no se tolerará el derramamiento de sangre, que ha de detenerse inmediatamente la represión del pueblo, que Gadafi y su familia han de avandonar el poder… ¿Y? ¿Entraremos a saco –los marines delante, el resto detrás- a “defender a la pobrecita gente masacrada y ayudarles en su revolución”? Y de paso, si es posible, a hacernos con el control del nuevo gobierno y si se tercia, de los pozos petrolíferos, claro… Mientras, seguiremos invitando a nuestra mesa a todo dictador que se prometa estable y amigable con nuestros intereses, así se pase los derechos humanos por el forro de la chaqueta, machaque tibets o pisotee gentes con sus sandalias.
No sé… No me fio un pelo de nuestro papel en todo esto. Ni como espectadores, ni como participantes si al final intervenimos (más allá de declarar que la familia Gadafi no puede venir de visita y chorradas así). Que no es que no piense que los cascos azules no tengan allí un montón de faena… pero no me fio de lo que nuestros gobiernos entienden por “ayuda humanitaria”.
Pero… quiero que baje la gasolina, y me aterra que sigan subiendo la tarifa de la luz. Y no digamos ya el miedo que me da pensar cómo todo esto repercutirá en esa hipotética luz a final del tunel que se suponía que empezabamos a vislumbrar, temo que una vez más los “brotes verdes” se esfumen. Así qué… en fin, es lo que hay, bienvenida al espejo de la hipocresia occidental.
Por si te apetece leer un poquito sobre la participación de la mujer en la revolución de Egipto:
http://entrenomadas.wordpress.com/2011/02/03/imagenes-de-egipto/ que nos llevará a más imágenes de la web sawtalniswa.com
http://www.europasur.es/article/mundo/897781/mujeres/primera/linea.html