En pijama de ovejas, bata de mickey mouse y con trencitas (es que si no me hiciera un par de trenzas, nos comeríamos mi melena en sueños y moriríamos a media noche por asfixia capilar), me dispongo a pasar este domingo post-navideño sin salir de casa, ni cambiarme de ropa y, si me apuras, sin ni siquiera lavarme las legañas.
Este año la Noche Buena la pasamos en el campo, al amor de una chimenea de las de verdad, de esas llenas de llamas hipnóticas y que todo lo acaban impregnando de olor a humo, por bien que tiren. Me encanta el olor a humo de una fogata, ese que se nos quedaba pegado a la piel y el cabello en las acampadas a las que nos llevaron nuestros padres de críos mil fines de semana y puentes, o el del chiscón del pueblo cuando se prendía la chimenea en invierno (quien dice invierno, tratándose de Castilla, podría decir desde otoño a primavera). Cenamos de aquella manera, comiéndonos la mitad mientras montabamos los platos y la otra mitad ya como dios manda, a la hora de la cena y sentados a la mesa. Luego os cuento las recetas de mis aportaciones a la gastronomía familiar. Nos pusimos morados de picoteos (ya pasamos de hacer plato fuerte, porque nunca nos queda hambre cuando llega) y bebimos un par de chupitos, como dios manda y es tradición. Cava esta vez cayó poco… pero porque no apetecía. Cantamos algún villancico a cachos y mal entonado, a deshoras, reflexionando sobre la imposibilidad de que la burra fuera cargada de chocolate hacia Belén antes de que se descubriera América y, por ende, el cacao –rin rin yo me remendaba yo me remendé yo me eché un remiendo yo me lo quité…-, y cuando nos dormimos –no tan tarde- en la tele echaban como cada año “Qué bello es vivir”, un imprescindible de todas las navidades, divino para echar la lágrima. Aunque me quedé frita y me lo perdí.
Y al dia siguiente, tras mil llamadas telefónicas (¡¡que era mi cumpleee!!) rematamos la Navidad comiendo putxero amb pilotes, tradicional por estas tierras al parecer. Y aunque a mi me chocaba mucho eso de comer cocido en Navidad, siendo originaria de tierra de lechazos (y donde el cocido se come todos los sábados, así que no es nada festivo), al final el caldito y sus garbanzos resultaron de lo más apetitoso. Y es que un buen paseo por el campo disfrutando del frío (bien abrigados) y del sol en la cara, y después de descubrir buenas capas de hielo en los charcos (si, hielo en Alicante, jatetú…), hacen que un cocido sentados al calor de la lumbre de una chimenea resulte de lo más oportuno. Aunque creo que prefiero las albóndigas en salsa de albóndigas, o con tomate en su defecto, no me acaba de convencer eso de meterlas en el cocido.
Como despedida de esta entrada tipo diario en puro estilo autobiográfico, os comento que el medio limón ha decidido justo en estas fechas dejar de fumar. No es la primera vez que lo decide, solo que esta vez la subida del tabaco sumada a la crisis en sí misma le dan al intento una motivación extra. Una vez que se le acabó el último paquete de tabaco de la reserva, y después de acosarme varias veces reclamando “ese paquete que seguro que tienes escondido en previsión de que me diera el yuyu”, hasta provocarme cierta sensación de culpabilidad por no tener escondido ni un triste pitillo, se ha acordado de una maquinita de liar y toda su parafernaria que compramos hace tiempo. Y por ahí anda, peleándose con su bolsita de tabaco picado y sus papelinas, intentando que salga algo decente… Al principio salían churros, ahora parece que va saliéndole mejor. A este paso, conseguirá liar cigarros perfectos cuando se le acabe la bolsita de tabaco, y entonces veremos en qué acaba el propósito de dejar de fumar.
En fin, que hoy, como decía, arrastraremos la Navidad aprovechando que nos sobra el domingo. Ahora ya en Navidad de dos a solas, vagueando a placer y regalándonos mutuamente cosas de esas que no caben en el saco de Papa Noel.
Picoteos pa navipeich:
BARQUITOS DE ENDIVIAS: hacer una “ensaladilla” de merluza hervida desmigada (con cuidado que no se cuele ninguna espina, no queremos acabar en urgencias la fiesta), langostinos o, en su defecto palitos de cangrejo (que son más baratos y no hay que pelarlos) y endivia (vale lechuga, pero la endivia es más tiesa-crujiente y tiene un puntito ligeramente amargo que va muy bien), todo bien picadito y mezclado con salsa rosa (mahonesa, ketchup, un poco de albahaca y un chorrito de licor, yo le pongo un whisky al melocotón que me encontré en el mueble bar y que pa estas guarradas va muy bien). Usar la mezcla para rellenar hojas de endivia (no se lavan, se limpian con un trapito y ya). Un exitazo el plato. Me lo inventé para aumentar el recetario de pescado blanco en casa, que nos gusta poco, muy sanote con tanta endivias dentro y fuera de la mezcla… aunque la salsa rosa mata el tema light, pero bueno, un dia es un dia.
PATÉ DE MEJILLONES: Meter en el vaso de la batidora una lata de mejillones en escabeche con parte de la salsa (mejor ir añadiendo luego que pasarnos y que quede muy líquido), un par de quesitos, y ale, batidora. Ya está, así de simple. Tiene un aspecto feísimo, por lo que conviene presentar en un cuenquito mono para compensar (es que de veras que parece… no lo digo que da asco), pero siempre que lo hago se lo zampan cosa mala.
De los mejillones en salsa no pongo la receta, que no tiene nada de novedoso, es algo habitual y tradicional en la cocina española. Si eso, lo buscáis en san google xDDD.