“Todo hombre tiene derecho a la Vida, la Libertad
y la búsqueda de la Felicidad.”
Me habría gustado poder decir que el derecho a la búsqueda de la felicidad viene recogido en la Carta de Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero en realidad es una frase de la Declaración de Independencia de los EEUU. Supongo que porque los derechos relacionados con la libertad y la justicia social son más objetivos y la Asamblea de las Naciones Unidas habrá considerado que meterse a proteger estados de ánimo es un barrizal demasiado complicado. Protegemos derechos concretos y mesurables: que seas libre, que tengas educación y un techo bajo el que cobijarte, que tengas patria y puedas formar familia, que recibas un salario digno y atención sanitaria… y luego allá cada cual con su búsqueda personal.
ESTA vez dejadme
ser feliz,
nada ha pasado a nadie,
no estoy en parte alguna,
sucede solamente
que soy feliz
por los cuatro costados
del corazón, andando,
durmiendo o escribiendo.
Qué voy a hacerle, soy
feliz. (…)
(Neruda, Oda al dia Feliz)
Ayer le prometí a Margarita que para compensar por un poema triste, hoy hablaría de la alegría, así que propuesta para hoy: buscar la felicidad.
He buscado entre los poetas y encontré que Neruda tiene una «oda al día feliz» que no está mal, aunque me gustan mucho más sus versos de pasión, amores y canciones desesperadas. También tiene otra «oda a la alegría», quien quiera puede buscarla en san google (a mi me aburrió).
En todo caso, me quedo con Benedetti esta vez y me apropio de su “Defensa de la Alegría” como bandera. La felicidad, la alegría, es una decisión consciente, la determinación que tomamos de ver las cosas de un modo u otro, de enfrentarnos cada día a lo que caiga. A veces es una elección costosa y se nos hace difícil encontrar las ganas… pero es una elección. Quiero acogerme a la felicidad como opción personal, como responsabilidad propia, como entrenamiento diario: un beso, un abrazo (aunque sea por facebook), acurrucarse una tarde de tormenta bajo la manta, aprender algo nuevo, perderse en un libro, escuchar por enésima vez la misma música, llorar sin vergüenza ni comedimiento las penas (eso también hace feliz), sonreir hasta contagiar sonrisas que a su vez nos contagien, vivir con curiosidad, regalarnos un minuto extra en la ducha, mirar el cielo, disfrutar los matices plomizos de un dia nublado, comer en compañía una tortilla de patata.
Y digo tortilla de patata con fundamentación, porque el Instituto Coca-Cola de la Felicidad ha descubierto que entre los placeres gastronómicos que nos aportan felicidad, la tortilla de patata está en cabeza. Ahí es nada. Ni caviar ni salmón ahumado, ¡tortilla y paella! Tal vez porque la mayoría de nosotros hemos experimentado la unión entre la tortilla de patata y una excursión familiar, una salida al campo con los amigos, una cena en la bodeguilla del pueblo o en un mesón de esos de mantel de papel y jarra de barro con vino de la casa… Si. Creo que la tortilla de patata es sin duda el mejor exponente de la vida social desenfadada y acogedora, esa que, sin ser la más deslumbrante y excepcional, es a la larga la que más huella nos deja en el baúl de los viejos recuerdos.
Así que os invito a vivir la guerra diaria defendiendo la alegría como vuestra-nuestra trinchera.
Y a visitar la web del Instituto Coca-Cola de la Alegría, que está muy bien y tiene entre sus expertos a Eduardo Punset, entre otros (me gusta las cosas que dice ese hombre).
http://www.institutodelafelicidad.com
¿Veis? Una marca que optó por la alegría como elección, y decidió ser la Chispa de la Vida en vez de un símbolo de reveldía, glamour, o cualquier otra cosa. Una elección intencionada (seguro que siguiendo criterios de mercado, pero elección al fin y al cabo).
Defensa de la alegría
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría
P.D.: De esto ya dije algo hace tiempo, en Eligiendo la alegria (con un video muy chulo)