Ya veremos…

10 octubre, 2012

Un Beso en París (by mi misma, para Un Hacedor en el Desierto)

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 7:52
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«No sé cuándo volví a París.

Sin paseo en barco por el Sena, sin subir a la Torre Eiffel, sin visitar los óleos del Louvre… No como turista, a la caza del inevitable café en La Paix y la baguette perfecta ¡Y una entrada para EuroDisney!. No sé cuándo volví a este París de lluvia persistente y sanadora. Volví así, sin más, sólo esto que soy ahora. Sin aquel yo de vacaciones y ruidos que miraba todo parapetado tras una guía de viajes y un plano del metro.

Volví y el Pont dels Arts estaba vacío. Sólo mis pasos sobre su suelo de madera. Sin luces, sin bohemia,… No sé cuándo… Pero ahí estaba, la mirada prendida en la Isla de la Cité y un candado en la mano. Sin nadie a quien besar y con quien fundirme en un abrazo. Sin amor eterno que sellar.

– Te prometo – le dije a este yo renacido y empapado, en la lengua privada de la lluvia y las gárgolas – que siempre te seré fiel.

Y cerré el candado sobre las rejas del puente, entre los sellos de otros cientos de candados.
Sin abrazo.
Sin beso.

Para eso había vuelto a París.»

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Con este relato breve, amén de responder un cuestionario sobre unos capítulos de la novela Un Beso en París y algún detallito más, he ganado el concurso organizado por el blog de difusión literaria juvenil Un Hacedor en el Desierto. Del que ya os hablé antes porque le premié hace meses con uno de esos homenajes blogueros en cadena.

De premio me llevo la novela pa’casa, una alegría para empezar el miércoles con energía, y un poco la sensación de ser una intrusa, ejem ejem… la señora de la cuarta década (que cantaba Bertín Osborne) compitiendo en lides adolescentes. Pero mira… que me quiten lo bailao, ea. 

10 diciembre, 2010

Sin colores…

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 23:51
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13 noviembre, 2010

Sábado noche

Filed under: Fantareales cuentosias,Yo, mi, me, conmigo — Chus @ 23:09
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Sabado noche,
danza faltal,
mi canto será
un loco derroche
que rompe,
que rasga,
y no sabe callar;
¡miradme bailar!
La música llega
en la luz de una estrella.
Soy agua salada.
Tu voz es el ritmo
que me hará danzar
el baile maldito
con sabor de sal.
«¡Que llora, que llora!
¡Mirad cómo llora!»
¡Miradme bailar!

 

 

No añoro la sensación de tristeza y soledad en mitad de la gente, la rabia contenida sin causa aparente, el vacío… ¡¡Pero qué apasionados somos en nuestras dramáticas adolescencias!! 

 

10 noviembre, 2010

Me iré lejos…

Filed under: Fantareales cuentosias,Yo, mi, me, conmigo — Chus @ 19:33
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Me iré lejos,

con el miedo en la maleta
                     y sin sueños,
            (ya no hay sueños).

               Me he dejado
las sonrisas en el puerto.

¡Tanta sal en la mirada!
¡Tantos duelos!…

       Las palabras…
                              y las manos…
                                                           ¡ se me han muerto!.

  

 

Llevo toda la tarde recordando este poemita, improvisado durante un viaje en tren hace ya unos cuantos años. A veces me da apuro sacar cosillas del baúl de los recuerdos porque todo tiene un qué se yo de nostalgia y tristeza… pero es que siempre fue mucho más insipiradora la melancolía y la tragedia que la felicidad, cuando de rimas se trata. A propósito: no estaba triste en aquel viaje, el poema salió así porque a veces los versos tienen vida propia.

 

13 abril, 2010

El secreter

 

 

Ocurrió que en el desván de mi abuela se hizo limpieza de enseres. Fue triste perder los baules llenos de novelas de Corín Tellado y trajes antiguos, pero lo peor fue la ausencia del secreter de los mil cajones, con sus escondites y dobles fondos, en los que yo guardaba mis sueños cada verano.

Pasé años preguntándome por él, sin saber si habría ido a parar a manos de algún familiar o si habría acabado hecho astillas en cualquier basurero. Supongo que no fui tan discreta como yo creía en mis indagaciones, porque un buen día una prima llamó a mi puerta y me entregó, así como quien no quiere la cosa, la silla de mimbre de la “abuela vieja”.  Guardé el mueble, con los recuerdos de la bisabuela, mujer diminuta y discreta, y un cierto olor a la hierba buena que aquella misma prima solía llevarle cada día. Ese fue el pistoletazo de partida. A partir de entonces una lenta invasión de trastos desparejados fue tomando posesión de mi casa. Nadie hablaba de las cosas que me traían, parecía haber un pacto de secretismo tácito en la familia con este tema. Y en igual silencio a veces miraban con deseo alguno de los trastos y esperaban que yo se lo regalara discretamente. 

No sé cómo, me convertí en la guardiana de este trasiego de añoranzas familiares en forma de muebles. Nadie trajo nunca mi secreter… pero no pierdo la esperanza.  

 

20 septiembre, 2009

Tú que no me rimas

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 19:50
Fantarreales cuentosías…
A xxx, inspirador del «Alma Que Me Desnudas» y de «Y Tú», que me arrastraba de la melancolía a la superficie y me obligaba a poner los pies en la tierra cuando me hundía… y que casi me hundía cuando era él el que se destrozaba por dentro con penas y porquerías. A quien no amé, ni falta que hizo, pero quise mucho como sólo se puede querer a esas pocas personas con las que eres capaz de relajarte y llorar. Y que nunca nunca leyó nada de lo que escribí por él (hace tanto tiempo que escribí estas cosas, que ya somos otros). Sobrevivimos. Yo más de una noche tal vez me sobreviví a mi misma gracias a él.

Yo he tenido el alma llena de versos. Siempre supe volver tinta las cosas que me callo. Yo he tenido siempre las palabras de mi lado para escribir mi pena, mi rabia, mi soledad dolida, mis pérdidas… Y aunque no sé bien si fue verdad, también escribí, alguna vez, “te amo”.

 

Nunca elegí ser la sombra de mis manos, pero aquí estoy, acariciando historias que no he escrito. Y, ¿sabes? Estoy viendo en el tejado de enfrente recostarse el verano. La luz dorada que se acerca me recuerda que esta primavera no he llorado.

 

Quizá tú tienes algo que ver. Tú, que nunca estuviste en los versos y canciones que he inventado. Debí guardar palabras para retratarte, pero nunca sé volverte métrica. Quizá no cabes en las medidas de mis ritmos. Quizás te rescato al no soñarte.

 

Tal vez hubiera sido para mi mejor amarte.

2 octubre, 2008

Explosion de vida

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 18:07
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Abrió el bote de las nueces y varias polillas emprendieron el vuelo desde su interior. Algunas quedaron dentro aleteando indecisas, pequeñitas y grises como cenizas con alas. Por supuesto, aquella noche la ensalada no llevó nueces.

Al día siguiente aún se tropezaba vuelos descoloridos frente a la cara mientras trajinaba en la cocina, aunque no está claro si serían los mismos insectos, tal vez los últimos rezagados en el desalojo de su nido de nueces, quizás algunos espabilados que se fugaron de la bolsa de basura de la noche anterior, o los que saltaron los primeros al abrirse el bote y se lanzaron a esconderse en los rincones de la cocina… o si es que esta explosión de vida estaba invadiendo otros rinconcitos de su hogar además de los tapper de frutos secos.

Llenó por si acaso armarios y cajones con pastillas antipolillas, no fuera a ser que las cenizas aladas andasen detrás de las palabras de sus libros o las costuras de los pijamas, y a falta de nueces acabaran mordisqueándole los sueños a la familia. Y al día siguiente, al salir del piso, dejaron de guardia una nube de insecticida que limpió de alas grises el espacio antes de su vuelta, amen de acabar con dos mosquitos, incontables ácaros y una pequeña araña que había empezado a tejer tras el cobijo del routter. Aunque ellos no supieron nada de estas bajas colaterales, sólo notaron que ya no había revoloteos grises en la cocina ni en ninguna otra parte aquel día a la hora de la cena.

Aunque para ser sinceros, por desagradable que sea pensar en esos bichos entre la comida, su repentino despliegue desde el bote de nueces, alzando aquel vuelo trémulo entre sus manos, la dejó más sorprendida que asqueada. Hasta tenía cierta gracia casi poética…

Lo peor fue descubrir aquel otro bichito un par de noches después, en otro tapper… Como si el más lucido y hermoso de los fideos hubiera cobrado vida, el bichito braceaba, -si tuvieran brazos los gusanos- en el encogido resto de fideos sobrantes de la temporada anterior, de antes de que el calor aparcara las sopas hasta noches más frías.

Hay quien dice que más fresco es cualquier gusano vivo que el trozo de pescado muerto que compras al pescadero, y que al fin y al cabo no son más que proteínas… Pero tiró los fideos, la sopa maravilla, la harina, el pan rallado y todo cuanto encontró abierto en los regazos despenseros de su cocina.

Aún así, por debajo de la aprensión que le provocaban los insectos, le rondaba inquieta y soterrada la duda. ¿De dónde habría surgido esa explosión de vida súbita en su hogar?

Pensó si hervir con detergente las albóndigas o darle anticonceptivos a la cocina.

Al final se ha hecho con un gorrión. Con la cesta de las cebollas le ha hecho un nido y lo tiene allí, en lo alto del frigorífico, para que se meriende a los ocupas.

 

   

P.D. Y es que yo, para proteínas, prefiero los filetes, y los gusanos los dejamos para el improbable día que tenga que ejercitar técnicas de supervivencia en montaña, y sólo bajo la premisa de que no sea posible de ninguna de las maneras hacerme en ese caso con un bote de fabada “la asturiana”.

 

4 septiembre, 2008

Soy las cosas que me han pasado

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 14:48
 
Fantareales cuentosías
 

Llovió, y la tierra se volvió barro, y pude hundir en él con facilidad las manos. Salió el sol y secó el barro, y pegó tan fuerte que se abrasó todo lo que la lluvia no había ahogado. La tierra se cuarteó, y se volvió polvo, y me rompí las uñas intentando quebrar los terrones resecos. Luego llovió otra vez.  

No sé cómo, entre tormentas y agostos, floreció un jardín. Nada excepcional: hierba, flores anodinas, de las que crecen en las cunetas, romero, amapolas, margaritas, algún cardo… Hay un ligero olor a tierra removida y a pinar mojado. Si escuchas, puedes oír un paso de agua en algún lugar, entre las piedras. He visto huellas al borde del jardín salvaje, entre las espigas. Los troncos son más gruesos cada año…  

Soy las cosas que me han pasado.

 

6 May, 2008

Reconciliación

Filed under: Fantareales cuentosias — Chus @ 18:39
 
Fantareales cuentosías
escarbando en el baúl…
 

 

 Se llevó cosas que eran mías en sus manos de agua y no pagó por ellas nada. Ni tan siquiera pagó con el rencor de hiedra que me creció en el pecho, porque a él, a pesar de todo, lo amé. Entre robos y entregas voluntarias me dejó vacía. Se ahogó en sus olas el verano. Llenó mi pluma de inviernos grises y salados. Tatuó en mi alma con tinta azul plomizo un horizonte siempre entre nieblas. Un día, al abrir un libro, cayó melancolía al suelo. Comprendí que me había llevado conmigo el mar desde la costa, y que ahora dormía en las sombras de mi cuarto. Hemos hecho las paces: yo siempre sonrío cuando le veo, y él no me llena de arena los cajones, ni deja que me entren peces en la cama.

24 marzo, 2008

Un yo de barro

Filed under: Fantareales cuentosias,Yo, mi, me, conmigo — Chus @ 10:33
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Ahora que no tengo tiempo de enterarme cómo va el mundo, ni dispongo de mis cuartos de hora de radio y volante para que me cuenten anécdotas del día a día sobre las que dejar desvariar el pensamiento, ni salgo a la calle y apenas sé si sopla el viento (que ha soplado, y mucho) o si llueve (que también, para fastidiar a los turistas), o si brilla el sol (a ratos, para despistar)… Mientras espero que se seque el suelo del resto de la casa en este ÚLTIMO repaso (toda la semana santa de reformas y limpieza, qué paliza… debe ser el instinto ancestral del  anidamiento, porque está todo el bloque en reformas)… pues ya que no tengo tiempo ni ocasión de meditar en este rinconcito casi-privado, rescato otro viejo fragmento de los viejos tiempos.
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Al fin y al cabo, tampoco está tan lejos… Porque como dice Lestat, con el tiempo no cambiamos, nos volvemos más nosotros mismos.
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Bueno, en general no me disgusta como soy, así que no me importa ser más yo cada año. Siempre y cuando lo que se quede en el camino no sea lo mejor (que no siempre es ni lo que más pesa, ni lo que más brilla)
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Sé que tengo mil cosas que decir.

Puedo sentir cómo me hierve dentro un algo dulce e intimo y veo que se escapa con mi voz, se me escurre entre los dedos como aceite, como esencias a medio percibir, miro atrás, miro lo que me rodea, me alzo de puntillas intentando atisbar algún retazo del mañana, y sólo alcanzo a intuirme en el camino, a medio verme entre las hojas de algún escrito, asomada indolente entre las frases, las ideas, los conceptos, que desgranan una mente en la que tal vez algún día me refleje, o quizás lo hice ya hace tiempo y de nuevo me perdí. Me toco con cuidado, me reconozco, estoy aquí, con migo, y la presencia de esta amiga huidiza  y tolerante me consuela y reconforta, leemos juntas unas líneas de mi letra que aún no he escrito y me señala una palabra.

Una palabra…

Me inclino, me asomo. Siento que me vierto, que mi luz cae de mis ojos y mi aliento de mi boca; y toda yo, mi yo perfecto, ondulante y armonioso, a fuerza de tender hacia la tinta se vuelca y se derrama, escapa de mi cuerpo, anega el papel, se desliza y se pierde en la palabra.

Una palabra…

Siento que mi vida queda siempre a falta de un pedazo, siempre a punto de alcanzar lo que deseo, la expresión perfecta de un pensamiento, comprensión sencilla de lo que siento, el tono justo, el movimiento, el dominio…

Siempre a falta de una palabra.

Vuelvo a ser consciente de mis faltas, mis heridas. Mis fronteras me dibujan otra vez el horizonte de la tierra, parda y áspera, donde crecen cada día nuevas dudas, donde puedo hundir los dedos y arrancar terrones yermos que me arañan la piel y me destrozan las manos. Hundo el barco de los sueños, piso firme el suelo y sonrío, porque sé que soy feliz. Que el latido en el que mi alma se hace dueña de la inmortalidad, de lo imposible, es tan sólo un parpadeo, un suspiro, un aleteo, un descanso del espíritu del que vuelvo a mi presente de pedazos mal atados renovada. No deseo que ese instante etéreo e inaprehensible sustituya la pobreza de mi yo hecho de tierra, que los sueños invadan el fértil desierto en el que tengo que plantar lo que proyecto. Quiero la tangible soledad del sol en los hombros, el viento en los brazos, la lluvia en la cara, el humo, los sabores, el barro. Quiero la tibieza de la voz que me responde, quedarme siempre a un paso, que siempre quede polvo que pisar y otro horizonte.

No quiero escapar de lo posible con un yo hipotético, soñado; quiero alzarme poco a poco más allá, arrastrando, aunque me cueste, la persona que me sigue y me define como soy.

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