Fantareales cuentosías
– ¡Se le han empapado las alas! ¡Se le han empapado las alas!
Todas las sombras se asomaron al borde del agujero para ver si era cierto, rebullendo y chisporroteando como siempre. Y lo que es extraño: ninguna perdió pie y se deslizó por la empinada ladera. De pronto, entre las siluetas de orejas puntiagudas, rechonchas, espigadas, con o sin cuernos, otra silueta sobresalió destacando contra la luz del cielo.
– ¡Oh, vamos! – dijo con aburrimiento – ¡Sal de ahí!
Desde el fondo del cráter, encogida y con las alas pegadas entre sí, arrugadas y chorreantes de agua salada, la voz levantó la vista con cansancio.
– No puedo, Peter. Ya no puedo volar.
"No puedo imaginarme nada que te pinte el cielo de aventuras. No puedo deshacerme de mi misma y alzar el vuelo contigo."– ¿Y tus historias?
– A medias. Morirán a medias.
Peter Pan soltó una carcajada y se alzó unos palmos del suelo, con los brazos en jarras y Campanilla sobre el hombro.
– ¡Eso no puede ser! ¡Seca tus alas! ¡Vuela!
La voz se acurrucó en su agujero y éste se hizo un poco más profundo.
– Es que ya no quiero, Peter, ya me da igual.
Todas las sombras callaron y se apartaron temerosos del borde.
– Cobarde – murmuró Peter Pan alejándose, cada vez más alto, hasta que fue un puntito impreciso y desapareció.
Y todos se fueron entonces, y yo me quedé allí encogida y con la imaginación moribunda, mientras el hoyo se hacía más y más profundo.
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